En toda Francia, decenas de miles de personas han salido a la calle, a veces de manera violenta, para expresar su indignación por la muerte de Nahel, un adolescente de 17 años de ascendencia norteafricana, abatido a tiros por un agente de policía en un control de tráfico el pasado martes.
Las protestas han puesto nuevamente sobre la mesa otro tema: cómo el asesinato de Nahel y la ira posterior desbordada en las calles están vinculados al racismo sistemático dentro de la sociedad francesa y al largo pasado colonial del país.
El presidente de Francia, Emmanuel Macron, calificó el asesinato de “inexcusable” e “inexplicable”. Una descripción con la que no está de acuerdo Crystal Fleming, profesora de sociología en la Universidad Stony Brook de Nueva York: “No es inexplicable”, dijo a DW. “No es un misterio. Es racismo”.
Fleming añadió que las protestas y disturbios que siguieron a los disparos mortales de la Policía fueron “una reacción al racismo francés vinculado al colonialismo”. Ambos negados y borrados por las autoridades y políticos franceses, “a pesar de siglos de opresión racial de sus minorías y poblaciones colonizadas”.
Francia sigue atormentada por su pasado colonial
Es cierto que Francia fue una de las mayores potencias coloniales de Europa. Desde el siglo XVI hasta los años setenta del siglo XX, sus dirigentes, como muchos otros del continente, creían que su “misión civilizadora” justificaba explotar por la fuerza países y territorios en todo el mundo.
Mientras que la revolución francesa de 1789 trajo “libertad, igualdad y fraternidad” a los franceses en el continente (no a las francesas, pero esa es otra historia), los habitantes de las colonias apenas podían soñar con la igualdad de derechos. Su vida cotidiana estaba marcada por la represión. Hombres y mujeres se veían obligados a “integrarse” a la cultura y la lengua francesas.
Especialmente el papel de Francia en Argelia ha seguido siendo un tema muy delicado. El país norteafricano fue colonizado por primera vez en 1830 y luego se integró como territorio nacional francés. Cuando Argelia reclamó su independencia, estalló una guerra brutal que cobró cientos de miles de vidas, la mayoría en el bando argelino, y que finalmente condujo al fin del dominio francés en 1962.
Por esos años, Francia se vio obligada a abandonar la mayoría de sus colonias. Sin embargo, conservó algunos territorios de ultramar y mantuvo su influencia económica y política en sus antiguas colonias, principalmente en el continente africano.
Emmanuel Macron ha reconocido, más que ningún otro jefe de Estado, el pasado colonial de su país como un “crimen histórico”. Prometió devolver los objetos robados y crear comisiones para investigar el papel de Francia en Argelia y durante el genocidio de Ruanda.
Pero críticos como la profesora Fleming afirman que eso dista mucho de ser suficiente. En enero de 2023, Macron, por ejemplo, declaró que no tenía intención de “pedir perdón” por el papel de su país en Argelia “ya que rompería todos los lazos”.
“El Gobierno francés sigue presentándose como no racista”
Además, parte de la sociedad francesa, incluso libros de texto, han defendido durante mucho tiempo que el colonialismo tuvo aspectos positivos. En 2017, la política de extrema derecha Marine Le Pen afirmó que la colonización francesa “dio mucho” a las antiguas colonias. El solo hecho de que Le Pen llegara a la segunda vuelta de las elecciones de 2017 y 2022 y tenga posibilidades de convertirse en la próxima presidenta de Francia demuestra lo vigente de este pensamiento.
Al mismo tiempo, “el Gobierno francés sigue presentándose como no racista”, recuerda Fleming a DW. Sin embargo, esto no es lo que viven muchas personas de ascendencia inmigrante, tampoco las que ahora protestan tras el asesinato de Nahel. “Existe un problema de racismo sistemático en la policía francesa”, afirma Rokhaya Diallo, escritora y una de las activistas por la igualdad racial más conocidas de Francia. Una acusación que el Gobierno francés ha negado en repetidas ocasiones.
Según un estudio del Defensor de los Derechos Humanos en Francia, los jóvenes percibidos como afrodescendientes o árabes tienen 20 veces más probabilidades de ser detenidos por la Policía francesa. Y muchos de ellos tienen sus raíces en las antiguas colonias francesas y viven en las llamadas “banlieues”, los suburbios periféricos de grandes ciudades como París, Marsella o Lyon.